Una tarde de primavera, en el marco del juicio de la causa Campo de Mayo, tuve la oportunidad de conversar extensamente con Taty Almeida, aprovechamos la demora en el inicio de la audiencia de ese día para compartir un café y una afectuosa charla que atesoro. Ella me contó muchas cosas, me habló de su lucha, de su dolor, de sus inicios con las Madres, de cuánto lo extraña a su hijo Alejandro, de las poesías que él dejó y ella lee a diario para mantenerlo vivo en su memoria.
Esa tarde me explicó lo importante que es poner el cuerpo cuando el alma ha sido afectada... para siempre. Que hay una sola búsqueda: la verdad. Que hay que aferrarse a la justicia y creer haciendo, no tan solo diciendo, no esperando, no opinando, haciendo: haciéndose escuchar, poner el cuerpo junto a otros, junto con los que aún creemos que nuestra voz vale y puede ser oída.
"¿Sabés por qué vine hoy al juicio?, -me preguntó- a pesar de que me duele la espalda, y me duelen las manos, vine para que los compañeros que testifican, que tienen que recordar con mucho dolor sus días de cautiverio, sepan que nosotros los queremos, que los acompañamos y les agradecemos que sean tan valientes por buscar la verdad, a pesar de que tengan que revivir con su memoria los peores momentos de su vida. Vine para darles un abrazo".
Hoy muchos de nosotros fuimos a la Plaza de Mayo, bajo la llovizna, en la trama de un día gris, triste, pero con la misma fuerza con la que asistimos cada 24 de marzo, haciendo un pedido legítimo que garantice un Estado de Derecho verdadero. La desaparición forzada de Santiago Maldonado, en manos de la gendarmería, y el encubrimiento, a estas alturas tan obvio, por parte de las autoridades del ejecutivo nacional es la única grieta insalvable. Es lo que agrieta la estructura de una democracia que tanto nos costó conseguir y que hoy más que nunca debemos continuar sosteniendo desde el reclamo popular.
Hoy saludé a Taty en Plaza de Mayo, más tarde la vi dándole un abrazo a Sergio hermano de Santiago y a toda su familia. Ella sigue, nosotros también.
Dos meses sin saber qué sucedió con Santiago, ¿dónde está?
Seguiremos preguntando.

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